Estar al son de mar. Dice Aurora que eso es lo que perdió. Estuvo ocho días en las Azores, su última parada en la travesía. Y se le fue el ritmo, así de sencillo. Dice Aurora que está cansada, agotada, que el cuerpo le pesa y la soledad también.
Por Mariana Iglesias
Estar al son de mar. Dice Aurora que eso es lo que perdió. Estuvo ocho días en las Azores, su última parada en la travesía. Y se le fue el ritmo, así de sencillo. Dice Aurora que está cansada, agotada, que el cuerpo le pesa y la soledad también. Pero le falta poco, tan poco, sólo un esfuerzo más. Si el azar y los vientos la acompañan, el sábado arribará a Portugal, su destino final. Dice Aurora que está orgullosa de cumplir su sueño, su gran desafío.
A los 66 años Aurora Canessa se propuso cruzar sola el océano Atlántico en su velero Shipping. Partió el 2 de mayo de la isla caribeña de Saint Maarten y planea concluir la travesía el 2 de julio. Dos meses de navegación en solitario, comiendo salteado, durmiendo de a ratos, soportando tormentas, mareos y golpes. Leyendo, escuchando música, meditando.
Desde que partió, Aurora hizo dos escalas . La primera en las islas Bermudas, luego en las Azores. La primera escala fue emocionante. En el puerto de Saint Georges la esperaba un grupo de argentinos residentes. Estaban en el muelle con una enorme bandera celeste y blanca. La cobijaron una semana y la volvieron a empujar al mar.
Raro, en Azores no hay argentinos, pero sí una brasileña, esposa de un navegante que dio dos veces la vuelta al mundo en solitario. “Me adoptó todos estos días, amorosa”, dice Aurora desde el celular satelital, otra vez en medio del océano. “Cuando uno está solo tanto tiempo es muy importante el apoyo de la gente. Por eso me encantaría que hubiera alguien esperándome al llegar a Cascais”.
Dice Aurora que ya se está imaginando su vuelta a Buenos Aires: “Espero que en Ezeiza esté mi amor, y todos mis amigos. Me di cuenta de que uno de los placeres más grandes del viajar es el volver a casa”.
Aurora está cansada emocionalmente, pero también su cuerpo acusa el esfuerzo. Y no es para menos, porque aunque luzca un estado físico impecable, los años finalmente se hacen notar. La salva su temple y su experiencia. No es ninguna improvisada: en 2005 ganó las 500 Millas del Río de la Plata , una de las regatas más duras y exigentes.
Con 25 años de navegación encima, pensó que ya era hora de plantearse un objetivo incómodo, de esos que movilizan hasta lo más profundo del ser. Y así surgió la idea del cruce del Atlántico de América hacia Europa, el sentido más complicado por las mareas y los vientos.
A días de lograr su cometido –sería la primera argentina–, ya desliza un balance. “Estoy muy feliz de haber hecho este viaje. Crecí mucho. Soy otra persona. Una persona mucho mejor. Sumé riquezas espirituales. Es un viaje que tenía que hacer”. Pero aclara: “No lo volvería a hacer sola, nunca” .
La soledad se vuelve densa. Aurora la combate con lectura. Ahora está con “El poder de la hora”, de Ekhaarf Tole. “Es un camino hacia la realización personal. Hay ejercicios para la mente y para poder comunicarte con tu interior”. Repite que ya demostró lo que quería. Que ya está. “Aprendí el valor del encuentro de los seres humanos abiertos al corazón. Hay gente así, que vive con el corazón abierto. Y siento que con este viaje y toda esa gente que me encontré yo también pude abrir esa puerta”.
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